Las catástrofes abundan si se es lo suficientemente pesimista para verlas por todas partes: el vaso puede estar siempre medio-lleno o medio-vacío (o rellenable, o tal vez incluso envenenado – blanco, negro, gris, colores, IRL, UV) dependiendo de cómo se mire y cómo se interprete la evidencia que aparece. Está el riesgo continuo de mirar lo que otras personas hacen, los premios que están recibiendo, las vistas que sus videos están recibiendo, el éxito que están teniendo en micromecenazgo, y por ende sentirse de manera ridículamente desastrosa o inadecuada en comparación.

Si bien es benéfico no posponer crónicamente, hay momentos en los cuales, a la larga, puede ser mucho mejor no apurarse y en su lugar tomarse suficiente tiempo para atravesar meticulosamente el proceso. Ahí es donde tener una guía sólida puede proporcionar un apoyo extraordinario – y ahí es donde es considerablemente más complicado (aunque para mí de todos modos fascinante y encomiable) ser el/la propio(a) docente de sí mismo(a) – y cada veredicto termina dejando huella.

El notable descontento dirigido hacia el autodidactismo a menudo se concentra en la lógica auto-epistémica, y vienen en ciertas variedades que se repiten tales como acudir a la incredulidad (“es imposible enseñarte algo que no sabes, simplemente no hay manera de hacerlo”), elogios pasivos-agresivos (“no pensaría que una persona tan inteligente sea tan terca”) o simplemente al ridículo (“¿preferirías que te opere un médico colegiado o el repartidor de periódicos?”).

Tanto la ciencia como el arte son extraordinariamente difíciles de dominar. Aquellas personas que presuntamente lo han hecho están, por cierto, entre las primeras que admiten que no están ni cerca. El hecho incuestionable que recibir instrucción externa por parte de una persona experta certificada puede aumentar las probabilidades de tener éxito para cumplir con ciertos criterios de calidad no lo convierte en algo universal o inequívoco.

Escuchar los mismos argumentos una y otra y otra vez sí se torna agotador, pero también es un gaje del oficio: si bien no estoy para nada con el interés de persuadir a que otras personas sean autodidactas (aunque muchas ya lo son, al menos en algunas áreas de su desarrollo), definitivamente me gusta aclarar – espero que pacientemente – las razones por las cuales para mí he elegido serlo.

Hay, esencialmente, una enorme diferencia entre “no haría eso” y “como a mí no me funcionaría, te toca desistir”; también hay una distinción (que puede inicialmente no ser demasiado clara) en tanto a la aceptación, la empatía y el estar de acuerdo.

Explicar mi “por qué”, mi “cómo” y mi “qué” cumple con varios propósitos: si se hace bien, fortalece el respeto y la posibilidad de observar un fenómeno de un ángulo distinto al usual; también ayuda a mi propio entendimiento de eso y me da la oportunidad de cuestionarme, ya sea para cambiar algunas de mis perspectivas o para vigorizarlas; también puede generar o robustecer redes académicas o profesionales.

Se supone que Jenófanes de Colofón dijo que, por improbable que sea que nuestras hipótesis sean ciertas, también podemos considerar la posibilidad de estar en lo cierto. No quiere decir, por supuesto, que “todo valga”…

Teniendo en cuenta que considero tanto el proceso como el producto como vitales (cuando sea posible, que por desgracia no es siempre el caso), este último a menudo se torna, si bien no el único factor, a vara valiosa para medir. Sigo teniendo muchísimo que aprender sobre el canto y muchísimo que corregir respecto a mi técnica, pero he sido capaz de llegar hasta acá sin arriesgarme a nódulos o a sentir cualquier tipo de distensión, y eso sugiere que puede que tal vez haya estado haciendo algo bien.

Salvo que de verdad me convenzan de ir por otra estrategia en algún momento (la puerta está abierta al respecto, lo cual no garantiza que la vaya a atravesar alguna vez), no veo para qué seguir el consejo de otras personas solo porque sí o para que no me tilden de inflexible.

Repasando las incontables posibilidades e instruyéndome para adquirir y desarrollar las habilidades para mejorar mi musicalidad es un proceso vitalicio que estoy absolutamente dispuesto a experimentar, y todo lo que he tenido que sacrificar hasta ahora ha sido un precio comparativamente bajo para pagar.

Incluso en el caso que esté completamente equivocado (y por supuesto que puedo estarlo), eso también añadirá a lo que habré aprendido.