En términos generales, en promedio una vez al mes tiendo a tener la conversación de “¿por qué no le meto plata a armar mi estudio casero y después invierto unas semanas tomando clases de producción e/o ingeniería en lugar de ir a lugares de grabación profesional?”. De entrada parecería ser una jugada lógica de mi parte: me ahorraría una fortuna y me otorgaría más control; total, no es que yo sea nuevo a esto de hacerlo uno mismo y ya soy mi propio docente, mi propio repertorista, mi propio entrenador (de manera musical, no de manera posmoderna de auto-empoderamiento) y mi propio acompañante, y además de eso escribo yo mismo los contenidos de la página, así que ese barco ya zarpó hace rato.

Salvo que haya acceso a una gigantesca fuente de capital, el presupuesto sigue siendo un componente principal de cualquier proyecto ya que establece algunos límites y desencadena la toma de decisiones y el establecimiento de prioridades. Trabajar dentro de dichas restricciones, y en el mejor de los casos beneficiarse de ellas, es una habilidad transferible fundamental para bastantes artistas en prácticamente cualquier campo imaginable. Una vez se habían fijado las guías generales, no es mala idea buscar algunas medidas de reducción de costos pero si no se eligen bien pueden ser perjudiciales para la calidad.

Recurrir a posponer un plazo puede ser indeseable pero también, al menos en unos pocos casos, favorable para obtener el objetivo final a largo plazo, así que no estoy en contra de tomar esa decisión si no hay una mejor alternativa. Todo eso es, sobra decir, ampliamente subjetivo, y como resultado no hay en esos casos un bien o mal absoluto. De todos modos le daré más importancia a lo que sea más consistente con la calidad del producto final, y ese siempre ha sido el desempate.

Algunas de las medidas más efectivas de reducción de costos son absurdamente predecibles pero puede que de todos modos funcionen mejor que cualquiera de esos “secretos” que se encuentran en línea. Dichas estrategias para mantener (o incluso realzar) la calidad deseada al tiempo que se ahorra al menos algo de dinero incluyen ensayar, elegir a las personas correctas, ensayar, definir las etapas con precisión, ensayar, preparar (si se aplica) la utilería con anterioridad, ensayar, y de ahí ensayar aún más solo por si las dudas.

El caso es que miles de personas derrochan fortunas abundantes apartando los estudios y después durando una eternidad afinando, aprendiendo el material o tomando decisiones que deberían haber sido comentadas o consideradas mucho, mucho antes. No es que no puedan ocurrir ideas de último momento, pero no quiere decir que todo funcione como una improvisación – tal vez haya algunos casos aislados en los que sí, pero diría que son claramente anomalías estadísticas.

Lejos de querer cortar presupuesto, es una elección más sabia practicar tanto como sea posible para que solo se requieran; asegurarse de que dichas tomas sean acertadas para que el trabajo de quien mezcla sea más fácil, y por lo tanto más económico; contratar un(a) ingeniero(a) de sonido sólido(a) que facilite los pasos siguientes; prepararse bien para cualquier video y/o toma de fotos, ahorrando tiempo y dinero; ser cortés y puntual; tener una idea clara y comunicarla con precisión a potenciales publicistas, agentes y representantes.

Un gigantesco error que he cometido en el pasado es tratar de encargarme de absolutamente todo pese a mi completa falta de conocimiento. No es para nada una sorpresa que prácticamente todo lo que salió fue mediocre y, claro, a bajo costo en cuanto a financiamiento, pero había razones extremadamente específicas para que así hubiese sido.

Como consecuencia de tendencias de “hágalo usted mismo(a)” tomadas fuera de contexto, fuera de proporción o simplemente fuera de juicio, la calidad puede – y a menudo lo hace – sufrir debido a la cantidad. Para parafrasear a Kenneth Robinson, es un modelo de comidas rápidas más que uno de agricultura, y a pesar de que su comentario hubiese sido hecho con respecto a la educación, puede también aplicarse a otras áreas.

El caso (sí, lo hay ) es que los planes a largo plazo se benefician de, ciertamente, pensar en lo que se viene: digamos que hay dos posibles ingenieros(as) para contratar ya sea para una grabación o un recital, y uno(a) cobra la mitad que el(la) otro(a). Parecería evidente al inicio, pero qué pasa si, como es estadísticamente probable, la persona económica se demorara el doble en editar y mezclar, sin mencionar que el resultado no sería el mismo.

Los costos más altos, por supuesto, no siempre equivalen a mejores resultados, y he tenido varias experiencias nefastas con gente que ha cobrado de más. Había un estudio fantástico, no muy lejos de donde vivo, que tenía equipos indescriptiblemente espléndidos, pero el ingeniero de ahí era, por ponerlo delicadamente, un tanto timador: se inventaba todo tipo de excusas para alargar la grabación, ya que todo eso obviamente se reflejaba en la cuenta.

Los proyectos gigantescos eran su especialidad, así que el mío – el cual, ya en ese entonces (yo tenía 24 años) consistía exclusivamente de voces en multi-pista y sin acompañamiento – ya probablemente era catalogado de estafa desde su perspectiva, ya que a la larga costaría una mera fracción de lo que él estaba acostumbrado. El hecho que fui bien preparado y ya había calentado lo inquietó también, ya que vio que se le escapaba la posibilidad de pedirme más dinero.

Con todo y lo joven e ingenuo que era en ese momento, de todos modos me surgieron sospechas ya que convenientemente se le ocurrían razones traídas de los cabellos para hacer más tomas. Había una que ni siquiera había comenzado y él ya dijo que iba a salir por un cigarrillo mientras yo la practicaba unas cuantas veces; también tomó convenientemente idas al baño demasiado frecuentes (o tal vez estaba enfermo, pero de ser así, pudo haber re-programado), oportunamente olvidó pulsar el botón correcto y se dio cuenta cinco minutos después – por lo tanto forzando más intentos, claro – y después presuntamente le tomó ocho horas terminar una mezcla que, francamente, dejó mucho que desear: desde una perspectiva técnica fue grandiosa, y mucho mejor que cualquier cosa que yo hubiese podido hacer en ese entonces (o en un futuro), pero para nada entendió lo que yo quería.

Había otro que le sacaba partido a las tomas para calibrar y las extendía por una eternidad, y cuando le comenté mis preocupaciones simplemente culpó mi inexperiencia y me dijo que así era como se hacía. ¿Cómo podría dudar de él? Al fin y al cabo, en ese momento todo lo que sabía sobre eso (y era mínimo) provenía de horribles grabaciones caseras y ver documentales o leer algunos libros o artículos.

Antes de eso, otro más (en otro sitio) estaba hablando en su teléfono móvil por periodos cada vez más largos, y a juzgar por sus risitas no era un caso de que estuviese ocurriendo algo urgente o serio. Simplemente me estaba estafando, no hay duda.

Tan pronto como fui por primera vez a los estudios en los que he grabado desde entonces, me di cuenta de que no había estado paranoico: por supuesto toma algo de tiempo montar los equipos y ajustar los niveles de entrada, pero no se demora tanto si la persona a cargo es lo suficientemente hábil; por supuesto que un profesional va a cobrar – espero – por lo que merece, ya que ese es un trabajo, y por cierto uno bastante importante y difícil; por supuesto que una obra de tres minutos se demora mucho más de tres minutos para grabarse, pero no tiene que ser una eternidad.

Grabar no es fácil, ni barato, por lo menos cuando lo hacen especialistas competentes en un lugar suficientemente decente con equipos de calidad. Hay algunas gangas aquí y allá (por ejemplo, micrófonos que cuestan mucho menos que otros pero de todos modos suenan increíblemente bien), pero no son comunes y yo estaría desconfiado si algo pareciera demasiado bueno para ser verdad.

Ahorrar dinero es útil, pero debe hacerse sabiamente o puede darse que cueste mucho más a la larga tratar de escatimar.