Habitualmente, el valor de una persona se mide por lo que haga para obtener ingresos financieros. En ese sentido, mucha gente siempre verá mi proyecto (las grabaciones, los videos, la página y lo que sea que se agregue en un futuro) como una simple ocupación de ocio que nunca debería ascender a elección profesional, mucho menos a estilo de vida.

En cuanto a salario, soy una mezcla de un diletante independiente sagazmente sacándole provecho a la economía por prestación de servicios y un milenial malcriado parasitando a su padre. En general soy bastante bueno ahorrando ya que ni bebo ni fumo ni voy a burdeles ni compro ropa ni voy a conciertos de rock ni adquiero aparatos tecnológicos sofisticados y no hay ni siquiera un pez que dependa de mí desde el punto de vista monetario.

Algunos de los trabajos que he tenido por ratos desde mi adolescencia incluyen los típicos que tienen que ver con la música (serenatear, acompañar a otras personas, refuerzos temporales, producción aficionada) así como algunos que son mucho más distantes (interpretar, traducir, enseñar inglés, pasear perros, cuidar, transcribir) y algunos que pueden aplicarse tanto a la música como a otras áreas (enseñar, editar videos, planeación y consultoría).

Dejando de lado el sutil asunto moral, soy bastante abierto acerca del hecho de que la mayoría de ellos los hago solo por el pago, lo cual les ha dado el término “pasatiempos potencialmente pecuniarios”. De todos modos los hago de la mejor manera posible, pero es bastante claro que ninguna de esas actividades está ni siquiera cerca de ser mi “verdadera vocación”, sea lo que sea que eso signifique.

Una de mis actividades no-musicales favoritas, y de lejos mi ejercicio traslativo preferido, es la interpretación consecutiva, particularmente cuando se trata de turismo, asuntos legales y negocios. No lo haría tiempo completo, pero lo disfruto profundamente como un descanso esporádico, el cual convenientemente resulta ser extremadamente bien pago. No me gustan demasiado las conferencias o discursos, me interesan mucho más en ese caso los paneles o debates.

Muchas veces traducir me ha ayudado financieramente y me ha permitido financiar mis ambiciones en el canto. Eso es, de nuevo, algo que hago ocasionalmente y en lo que me atrevo a decir que soy razonablemente bueno, pero que definitivamente no haría todos los días. Mis especialidades son diplomas universitarios y notas, y probablemente algún artículo científico por aquí y por allá, especialmente – por supuesto – si tiene que ver con la música.

A diario, o al menos con bastante frecuencia, me piden clases, y soy firme en que no soy un profesor de ninguna manera, pero de todos modos de vez en cuando llego a un acuerdo de temporalmente aconsejar a alguien solamente si siento que lo puedo hacer lo suficientemente bien. Admiro profundamente a quienes lo hacen permanentemente, ya que tienen la paciencia, la habilidad y la aptitud que yo absolutamente carezco.

La educación es algo que prefiero abordar desde otros dos ángulos: el discurso y la dialéctica. La primera tiene más que ver con la charla ocasional que doy a veces, la segunda con la gratificante costumbre de simplemente hablar con alguien con el objetivo claro de tener un diálogo auténtico en el que nadie está tratando de ganar una discusión ni convencer a la otra persona de que piense diferente, sino que ambas partes están simultáneamente aprendiendo e instruyendo.

Negociar no necesariamente exige llegar a un punto medio: a veces es más acerca de buscar un común denominador y partir de ahí. Es perfectamente posible ver de dónde viene la otra persona pero de todos modos no estar de acuerdo, y es absolutamente imaginable reconocer que alguien ha dado un argumento válido pero de todos modos no convencerse. Una vez más, blanco, negro, gris, colores, infrarrojo, ultravioleta…

La vida es lo máximo cuando estoy cantando lo que me encanta, no lo niego, pero no me molesta hacer otras cosas temporalmente para mantenerlo económicamente (y a mí), siempre y cuando eso no implique que se relegue la música (y, específicamente, la ejecución de repertorio renacentista inglés como solista). Eso siempre va a ir primero, punto.

Otros trabajos independientes que hago una vez cada cierto tiempo incluyen editar, ya sea en términos de audio (incluyendo hacer mezclas), video (cortes y transiciones, pantalla dividida, corrección de color) o texto (corrección de estilo y lectura de prueba). Mis clientes son completamente conscientes de que categóricamente no soy profesional en ninguna de esas, pero a veces lo que quieren o requieren es algo bastante básico y puede que yo sea capaz de lidiar con eso. Eso también me recuerda el primer trabajo pago que tuve en mi vida, a los once años, que fue – créase o no – diseño de páginas.

Combinar todas esas incursiones con mi idea principal puede ir de fluido a descabellado, así que es importante – o al menos muy útil – estar pendiente de eso y procurar al máximo asegurarme de no estarme distrayendo demasiado o estar detrás de un proyecto tras otro solo para dejar cantidades de ideas inconclusas por todo lado. Ese es un riesgo importante de estar involucrado en demasiadas tareas al tiempo, y por eso a veces le pongo tapa.

Ingredientes clave, aparte del factor monetario palpable, son lo que todas (o la mayoría de) esas distracciones aportan a mi desarrollo personal, lo cual a la larga es fundamental para mi progreso y destreza (o no) en el canto.

Cantar es, ha sido y probablemente (y en el mejor de los casos) seguirá siendo mi prioridad principal, pero no me arrepiento de los desvíos temporales (de nuevo, en el mejor de los casos) ya que son parte de mí y también parte de esto. Estuve además un tiempo como cuidador, y aunque era claro desde el principio hasta el final que eso definitivamente no era lo que quería como mi ocupación principal, de todos modos aprendí mucho de eso y di lo mejor de mí.