Lánguido (hablando metafóricamente) en la superficie y rara vez sonriendo (literalmente), mucho menos riendo, me considero una persona tremendamente alegre la mayoría del tiempo. Uno de los hábitos que me trae un placer notable es enseñarme a mí mismo algunas nociones elementales de varias disciplinas conectadas a mi canto, aún si no tengo una intención solapada – ni la aptitud – de algún día llegar a ser un experto calificado en ninguna de ellas. Una vez más, no es solamente blanco, negro o gris.
Pulir esos oficios sigue siendo una experiencia maravillosa y eso siempre alimenta cómo evoluciono como un aprendiz de canto. Dichas aventuras transitorias paralelas incluye hacer arreglos de obras vocales, dirigir coros, editar videos, juzgar audiciones (canalizando mi Simón Cowell interior), mezclar grabaciones en multi-pistas (no necesariamente las mías), organizar trabajo en vivo o en el estudio (no solamente para mí), escribir reseñas detalladas, tocar guitarra, piano y un poquito de charango (un diminuto híbrido boliviano entre ukulele y laúd), y escribir proposiciones de misión y visión así como postulaciones para concursos.
Claramente no soy en absoluto idóneo, ni cerca. Definitivamente no sería un buen profesional en ninguna de esas actividades – bueno, varias personas definitivamente piensan lo mismo de mi canto, y eso está bien – y no estoy enamorado de ninguna de ellas. Para ponerlo en términos mileniales: las quiero como amigas, es todo.
Proveer mis reproducciones con una base armónica y un apoyo rítmico ya sea en piano o en guitarra es algo que me tomo extremadamente en serio: al elegir ser mi propio acompañante, me limito a lo que puedo hacer en alguno de esos instrumentos (lo cual no es mucho, en realidad) y tener menos libertad de movimiento; por otro lado, también me estoy asegurando de que todo lo que tenga que ver con la ejecución esté extremadamente conectado, y enfocar mi energía hacia ambas tareas es parte de la rutina general en sí misma.
De manera incierta, por lo general intento utilizar un idioma particular para cada instrumento y asociarlo con su sonido y posibilidades, más que simplemente copiar los mismos adornos en ambos. También me concentro en otorgarle a la pieza alguna clase de narrativa y abordarla desde distintos ángulos, razón por la cual a menudo comienzo sin acompañamiento y después le voy incrementando al espectro – por ejemplo, en el piano, puedo comenzar con la mano derecha tocando la raíz, luego la raíz en octavas, luego arpegios en triadas y después agrego el bajo en octavas en la mano izquierda para hacerlo más dramático y teatral.
La ecualización sigue siendo un concepto que me elude, lo mismo para añadir retornos y compresión: voy con algunas opciones pre-programadas y tal vez de vez en cuando les hago pequeños ajustes a gusto pero admito mi extrema ignorancia al respecto. Soy mucho mejor para mezclar, aunque mi (todavía horriblemente limitada) habilidad se reserva de manera casi exclusiva para la polifonía vocal, un área en la que sin modestia declaro que tengo una idea sólida y un enfoque elegante para la posición panorámica y el equilibrio para que eso sonara de una manera suficientemente homogénea para proporcionar una textura cautivante y lo suficientemente heterogénea para que siga siendo intrigante y con algunos huevos de pascua incluidos por si acaso.
La reverberación es de particular interés para mí. De nuevo empleo configuraciones pre-programadas con algunos ajustes casi insignificantes, también intentando llegar a la zona Ricitos de Oro en la cual no es ni demasiado evidente ni demasiado tenue. Como la gran mayoría del tiempo trabajo con la voz, le apunto a agregarle lo suficiente a cada pista individual para tanto realzar su naturaleza particular como para enfatizar el empaste. Cuando le muestro eso a mi productor, él recrea el efecto mil veces mejor, exitosamente dándole vida a mi idea y optimizándola ampliamente.
El asunto con hacer arreglos es que solamente soy capaz de hacerlo con mi propia voz en mente – ahí es donde una vez más empieza a hacer efecto mi narcisismo extremo – así que son taxativamente inútiles para cualquier otra persona. Me gusta alternar la primera voz y asegurarme de que sea un verdadero ensamble más que colocar una de las pistas en el centro y dejar todo lo demás en segundo lugar. Mi configuración usual para los cuartetos vocales, por cierto, es tener a la soprano un poco a la derecha, contralto al fondo a la izquierda, tenor al fondo a la derecha y bajo un poco a la izquierda. De octetos en adelante, trato de dispersarlos por todo lado si es posible, pisando esa delgada línea entre confuso y metódico.
Habiendo estado a cargo de mi canal digital cuando estaba lleno de horribles grabaciones caseras, tengo algunas nociones rudimentarias de edición de video. Lo usual: pantalla dividida, sincronización, cortes, transiciones, fundidos de entrada y salida, agregar transparencia. Es algo que disfruto hacer ocasionalmente y que incluso me ha ayudado a financiar mis ambiciones principales ya que de vez en cuando algunos clientes se ponen en contacto conmigo para que les ayude – siempre dejo claro que no ofrezco ni puedo ofrecer un nivel de calidad profesional, así que al menos trato de ser honesto desde el principio.
Supongo que una de mis fortalezas principales ahí es, por presuntuoso que suene, hacerlo con amor y cuidado, buscándole tres pies al gato y corrigiendo mis múltiples errores hasta que se hayan reducido tanto como sea posible, y siendo bien organizado con el cronograma. Soy mucho mejor (es decir, mucho menos mediocre) editando de lo que soy filmando, así que cuando enfrento una elección entre grabar un video y reorganizarlo definitivamente me voy con esto último, aunque a veces termine haciendo ambas cosas y no me molesta.
La gente normal tiende a asistir a conciertos, sentarse, toser, escribir en sus teléfonos móviles, aplaudir y tal vez ir a un breve encuentro y ya. A menudo tomo notas y elaboro una apreciación extensa que es tan no calificada como vertiginosa, pero algunas personas dicen disfrutarla. Me gusta la introspección – vaya sorpresa – así que eso también me ayuda en mi propio camino.
Principios claves para coordinar las logísticas ya sea de conciertos en vivo o grabaciones en estudio (o incluso cosas como tomas de fotos o entrevistas), tanto para mí como para otros, son la preparación, la investigación y la planeación, lo cual fervientemente incluye anticipar riesgos potenciales y cómo lidiar con ellos. Es un proceso satisfactorio, aunque también un tanto agotador, así que trato de limitarme a hacerlo si acaso unas pocas veces al año.
Hace algún tiempo, las posibilidades de que considerara seriamente la dirección coral como un proyecto adicional eran aproximadamente 0,1%. Ahora son el 2%, lo cual quiere decir que ha habido un incremento de veinte veces, lo cual es considerable. Sigo siendo un absoluto principiante, y no lo pienso como una elección profesional en absoluto, pero sigue siendo interesante y compleja y me ayuda con mi propio canto, así que la puerta siempre está abierta.